CRISIS VERTIGINOSAS:
Constituyen el principal síntoma de la EM y suele ser el motivo de consulta. Las modalidades de aparición, el desarrollo, la duración, la intensidad y la frecuencia de estas crisis es muy variable.
Pueden presentarse a cualquier hora, incluso durante la noche, despertando al paciente, en situaciones de estrés o fatiga, al variar la presión atmosférica. Suelen estar precedidas, durante 15 a 60 mins de pródromos auditivos unilaterales, aislados o asociados, como la aparición o la modificación de acúfenos o de hipoacusia, o una sensación de oído lleno o de presión auricular. Estos pródromos constituyen una verdadera aura de la crisis vertiginosa y permiten que el paciente que ya ha padecido una crisis tome ciertas medidas de seguridad, como sentarse, acostarse o aparcar el coche. Aparece luego un gran vértigo rotatorio, que imposibilita la posición erecta y se acompaña de importantes signos neurovegetativos, como malestar, linotipia, sudor, náuseas, vómitos, diarrea y cefalea. Por lo general, no se produce pérdida del conocimiento.
La sensación de vértigo alcanza su punto máximo al cabo de algunos minutos y dura unas 2 o 3 horas, al cabo de las cuales disminuye paulatinamente; el paciente, agotado, suele entonces dormirse. Aunque durante la crisis inicial la sensación de vértigo puede prolongarse durante 24 horas, la duración nunca sobrepasa este tiempo ni es inferior a 1 min. Una vez terminada la crisis, el paciente puede sentirse totalmente recuperado o quejarse durante algunos días de malestar, astenia o inestabilidad durante los movimientos. A veces, sobre todo en estadíos más tardíos la enfermedad puede manifestarse como una sensación de balanceo, ascensión descenso o lateralización.
La frecuencia de las crisis varía considerablemente de un paciente a otro y en un mismo paciente, desde varias crisis por semana hasta una crisis cada varios meses o años. Teóricamente, la frecuencia de las crisis decrece conforme avanza la enfermedad, pero para algunos autores esto es independiente de la duración de la enfermedad.
SORDERA:
La sordera fluctuante del oído afectado, que aparece o se agrava durante las crisis, es, junto con el vértigo, uno de los síntomas más frecuentes de la EM. En la fase inicial, puede incluso manifestarse de manera aislada y conducir al diagnóstico de sordera súbita. Tiene un valor localizador y diagnóstico.
Al principio de la evolución, la hipoacusia predomina en las frecuencias graves y presenta fluctuaciones características, con normalización al cabo de unas horas o unos días. Suele acompañarse de una sensación de oído tapado o lleno, o de presión en el oído, que normalmente desaparece después de la crisis. También puede acompañarse de afectación de la discriminación, intolerancia de los sonidos fuertes, distorsión sonora o diploacusia, lo que indica una afección endococlear.
Durante la evolución, la sordera se acentúa, abarca todas las frecuencias, pierde las fluctuaciones características y se estabiliza entre 50 y 70dB de pérdida auditiva. La cofosis es excepcional.
ACÚFENOS:
Suelen recordar el ruido de una caracola, pero a veces son silbidos, ronroneos o zumbidos. Pueden presentarse de manera constante o intermitente y no son pulsátiles. Por lo general aparecen o se acentúan en los minutos anteriores a la crisis de vértigo. Presentan así la ventaja de advertir al paciente de la inminencia de una crisis, lo que le permite tomar las medidas de seguridad necesarias. Además, al igual que la sordera, permiten relacionar el vértigo del paciente con la enfermedad del oído interno. Sirven para indicar el lado afectado.
La intensidad de los acúfenos puede clasificarse en tres grados:
- Grado 1: acúfenos perceptibles solamente en un ambiente silencioso.
- Grado 2: acúfenos perceptibles en cualquier ambiente que disminuyen durante la actividad mental.
- Grado 3: acúfenos permanentes que repercuten en la vida del paciente.
Esta clasificación, aunque es subjetiva, sirve para apreciar la repercusión psíquica de los acúfenos y evaluar el resultado de los tratamientos instaurados.
Los acúfenos pueden persistir durante mucho tiempo tras la desaparición del vértigo. A largo plazo, se vuelven permanentes y discapacitantes.
SÍNTOMAS ASOCIADOS:
La triada específica de la EM puede acompañarse de otros síntomas:
- Cefaleas y migrañas sin que se pueda establecer una relación patogénica precisa. Durante una crisis auténtica de migraña pueden aparecer síntomas otoneurológicos, en particular vértigos rotatorios acompañados de signos auditivos. Ante un cuadro de EM es importante identificar una eventual jaqueca que pueda ceder con un tratamiento adecuado.
- El contexto psicológico es un elemento fundamental del cuadro clínico. El efecto del estrés, la fatiga, las preocupaciones..., activan la aparición de la crisis. Los pacientes que padecen EM suelen tener características psicológicas particulares: gran inteligencia y cultura acompañadas de meticulosidad, perfeccionismo e incluso obsesión. Se considera incluso que estas características constituyen un elemento fundamental para establecer el diagnóstico.
La sordera fluctuante del oído afectado, que aparece o se agrava durante las crisis, es, junto con el vértigo, uno de los síntomas más frecuentes de la EM. En la fase inicial, puede incluso manifestarse de manera aislada y conducir al diagnóstico de sordera súbita. Tiene un valor localizador y diagnóstico.
Al principio de la evolución, la hipoacusia predomina en las frecuencias graves y presenta fluctuaciones características, con normalización al cabo de unas horas o unos días. Suele acompañarse de una sensación de oído tapado o lleno, o de presión en el oído, que normalmente desaparece después de la crisis. También puede acompañarse de afectación de la discriminación, intolerancia de los sonidos fuertes, distorsión sonora o diploacusia, lo que indica una afección endococlear.
Durante la evolución, la sordera se acentúa, abarca todas las frecuencias, pierde las fluctuaciones características y se estabiliza entre 50 y 70dB de pérdida auditiva. La cofosis es excepcional.
ACÚFENOS:
Suelen recordar el ruido de una caracola, pero a veces son silbidos, ronroneos o zumbidos. Pueden presentarse de manera constante o intermitente y no son pulsátiles. Por lo general aparecen o se acentúan en los minutos anteriores a la crisis de vértigo. Presentan así la ventaja de advertir al paciente de la inminencia de una crisis, lo que le permite tomar las medidas de seguridad necesarias. Además, al igual que la sordera, permiten relacionar el vértigo del paciente con la enfermedad del oído interno. Sirven para indicar el lado afectado.
La intensidad de los acúfenos puede clasificarse en tres grados:
- Grado 1: acúfenos perceptibles solamente en un ambiente silencioso.
- Grado 2: acúfenos perceptibles en cualquier ambiente que disminuyen durante la actividad mental.
- Grado 3: acúfenos permanentes que repercuten en la vida del paciente.
Esta clasificación, aunque es subjetiva, sirve para apreciar la repercusión psíquica de los acúfenos y evaluar el resultado de los tratamientos instaurados.
Los acúfenos pueden persistir durante mucho tiempo tras la desaparición del vértigo. A largo plazo, se vuelven permanentes y discapacitantes.
SÍNTOMAS ASOCIADOS:
La triada específica de la EM puede acompañarse de otros síntomas:
- Cefaleas y migrañas sin que se pueda establecer una relación patogénica precisa. Durante una crisis auténtica de migraña pueden aparecer síntomas otoneurológicos, en particular vértigos rotatorios acompañados de signos auditivos. Ante un cuadro de EM es importante identificar una eventual jaqueca que pueda ceder con un tratamiento adecuado.
- El contexto psicológico es un elemento fundamental del cuadro clínico. El efecto del estrés, la fatiga, las preocupaciones..., activan la aparición de la crisis. Los pacientes que padecen EM suelen tener características psicológicas particulares: gran inteligencia y cultura acompañadas de meticulosidad, perfeccionismo e incluso obsesión. Se considera incluso que estas características constituyen un elemento fundamental para establecer el diagnóstico.
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